12 - Facetas sociologicas de la discapacidad

 

Cada uno de nosotros poseemos al igual que en el esquema del genoma, facetas que por lo general, nos hacen diferentes unos de otros. Tenemos de hecho facetas en el orden personal que nos caracterizan, nos codifican de alguna forma nuestro modo de pensar, actuar, dirigir a nosotros mismos para ser tal cual somos.

    Desde la sociología se aprecia como se procesan las diferentes tipologías discapacitantes, cual es el peso que el ser debe soportar en torno al ambiente que le rodea, y como debe comportarse para no caer en las fisuras sociales creadas por el propio hombre desde su rol de tal.

    Sociologicamente a la discapacidad se la debe tratar de forma que se le pueda reflejar de un modo optimista, para desvirtuar y desmitificar los diferentes tabúes que suele rodearle, y que muchas veces la hace intransitable para las propias personas que tienen deficiencias, a causa de la barrera social de la cual se ha hablado, y que por consiguiente configura elementos que forman panoramas plagados de mitos y por supuesto tabúes. Por lo tanto, en este capítulo se analizará y observará, los diferentes lineamientos con los cuales se da forma social a ciertas pautas desde la perspectiva que tienen estas personas.

    En la existencia humana existen y coexisten procesos diversos, que nos van presentando situaciones extremas, y de las cuales muchas veces se sale, otras no. Cuando se está en uno de esos procesos, es que se necesita tener el suficiente equilibrio emocional para salir adelante, y no caer en lo que ya hemos analizado. Es decir, la depresión.

    La sociedad juega evidentemente un rol muy importante para que ello ocurra, ya que como hemos visto, esta en general nos da la espalda, rehúsa casi sistemáticamente a incluirnos dentro de ella. Sin embargo, de forma unilateral algunos de sus componentes por distintas causas nos brindan oportunidades, no nos relegan, y por lo tanto sentimos que, paulatinamente se nos está incorporando a ella al menos en el grado individualista.

    Ello obedece a que en casi la mayoría de las familias hay al menos un componente con alguna tipología, y ello ayuda a la manifestación de los valores humanos y sociales que cada discapacitado puede desarrollar en las diversas áreas.

    En relación a ello, podemos apreciar que según un estudio efectuado en Chile, indica que un alto porcentaje de personas discapacitadas, ponen mayor perseverancia en el trabajo que las personas normales, lo cual como se dijo, obedece a querer superarse y a la vez, a una mayor concentración.

    Concretamente la investigación revela igualmente que los empleados con discapacidad, tienen un 74% menos de ausentismo laboral; que son un 72% más puntuales y que la calidad de su trabajo es un 63% mayor que el de sus compañeros.

    En nuestro país mientras tanto, según un informe del INE señala que solo la quinta parte de la población con discapacidad de 14 años o más años participa en el mercado de trabajo. Su tasa de actividad es muy baja en relación a la población sin discapacidad (19.6% contra 62.4%).

 

    Es interesante observar como se acentúa el porcentaje según el genero, con lo cual se marca una doble discriminación. Mientras en los hombres la tasa de actividad de los que presentan discapacidad es 184% menor que los que no la presentan, en las mujeres dicho porcentaje se eleva al 244%.

    Obvia y lamentablemente que en un alto porcentaje de las naciones, pese a las recomendaciones realizadas tanto por la ONU como por la OMS y diversos organismos que promueven la inclusión de estas personas específicamente en el área laboral, la principal dificultad que afrontan estas personas es la reacción contraria a la integración laboral que a veces encuentran en los empresarios e incluso en algunos trabajadores sin discapacidad.

    Posiblemente la reacción que se pueda tener al leer los párrafos anteriores, se focalice en el entorno de que Chile, pese a su estabilidad socio – económica de los últimos años, pertenece quiérase o no a lo que se denomina “Tercer Mundo” y de manera automática se salte en ese sentido. Es decir, que como está englobado dentro de dicha categoría de naciones, es obvio que no haya desarrollado una política de apoyo a dichas personas. En idéntico puesto nos encontramos nosotros, Uruguay, con una fuerte carencia en este aspecto.

    Sin embargo, Tony Mork desde Noruega, y a través de un articulo sobre el trabajo para las personas discapacitadas, señala en principio que “Una vida laboral inclusiva debe ser una vida laboral con campo para todas las personas que desean trabajar y que puedan trabajar bien. Se propone una vida laboral que le dé oportunidades a las personas con discapacidad, con deficiencias temporales o permanentes y a los trabajadores ancianos.”

    Dicho proceso resulta muy trabajoso ponerlo en práctica, no solo en nuestro país sino a escala internacional, como lo indica más adelante Mork cuando expresa que “sin embargo, esta no ha sido la situación cómo las cosas se han desarrollado hasta ahora. Ha habido grandes problemas en los últimos años, debido a que un elevado número de personas se está enfermando y están dejando la vida laboral, acogiéndose al retiro pasivo.”

    “El problema también se manifiesta en que una gran cantidad de personas con discapacidad, -continua el articulo- presenta problemas obteniendo empleo, aunque muchas de estas personas han mejorado su nivel educativo. El desarrollo de la vida laboral en Noruega se ha caracterizado por un mercado laboral restringido, en el cual unas 280.000 personas están excluidas de la fuerza laboral por motivos de discapacidad o de retiro temprano.”

    Tomando dicha cifra apreciamos que se trata de la cantidad de personas discapacitadas que tenemos en Uruguay, y no se trata de exponer el caso como consuelo de tontos.

    Cada país posee su propio esquema económico, el cual se traslada a la esfera social donde se crean ciertas fisuras al no tener los medios necesarios, y aún así percibimos la creación de las mismas. Debemos tener bien en claro el hecho de que no por ser naciones del “Primer Mundo” se manifiestan niveles de igualdad entre los segmentos poblacionales, y menos aún cuando se refiere a franjas segmentarías constituidas o conformadas por personas discapacitadas.

    Es cierto que en dichos países se promueve la integración con mayor persistencia, dadas las condicionantes a nivel general de un pronunciado nivel económico, con lo cual se origina el campo proclive para tal fin. Pero nos encontramos frente a situaciones controvertidas, ya que por un lado tenemos un escenario enriquecido principalmente por experiencias originadas a partir de las guerras que a lo largo de la historia se fueron dando, las cuales dejaron entre otras secuelas miles de personas heridas y discapacitadas, y por otro la relegación impuesta desde el punto de vista empresarial, donde predomina la idealización de que por ser deficientes no pueden realizar tareas, en cuanto como hemos visto no es así.

    Es a partir de estos hechos que las sociedades Europeas adquieren conciencia frente a la problemática. Se va desplegando todo un panorama fecundo, que conduce a que esos arquetipos funcionales desde la perspectiva social, hagan muy lentamente reconocer sus propias aptitudes para enfrentar la vida. Quizá obedezca a la necesidad de sobre vivencia que esos seres se van haciéndose sentir cada vez con mayor fuerza, obteniendo algunos logros.

    Situándonos en el ejemplo de que fue a través de los conflictos bélicos que se produce la respectiva toma de conciencia sobre las discapacidades adquiridas por dicho medio, debo decir que en Estados Unidos tras la guerra de Vietnam, muchos combatientes quedaron con severas discapacidades, tanto física como psíquicamente, y el escenario predispuesto es muy distinto.

    Es decir, si bien se les otorga una pensión, el daño psicológico los ha hundido en muchos casos, en depresiones que se traducen especialmente en alcoholismo, y lo que es peor, no se les otorga ayuda en dicho campo. Es común verlos pidiendo limosna en las avenidas, algunos en silla de ruedas, otros no, pero el daño resulta ser el mismo, y estamos hablando de una sociedad altamente desarrollada y controvertida a la vez, ya que se tienen buenas políticas de inserción, pero se hace de manera desigualitaria poniendo en clara evidencia profundos estados discriminatorios.

    Todos sabemos y conocemos como es la sociedad estadounidense en este aspecto, pero por supuesto que no es la intención de este trabajo, abrir juicios valoratorios en tal sentido. Sin embargo, es necesario hacer tal exposición con el propósito de marcar la realidad tal cual es. No es mi propósito evidentemente de inmiscuirme en asuntos de otro país y de su sociedad. Pero si traer elementos de observancia con los cuales se pueden cotejar las diferentes situaciones planteadas a nivel socio – cultural.

    Si nos propusiéramos conocer y comprender cual es el orden social de una persona discapacitada física o intelectualmente, necesitaríamos bucear por los niveles más recónditos del mismo ser, y encontraríamos complejidades estructuradas a partir de la base de crianza y posterior elaboración de esa etapa por parte de la propia persona. De acuerdo a como me formaron eso soy.

    Ello es aplicable a quien nació o adquirió alguna tipología en la niñez. Pero para quien la obtuvo en la etapa de adulto, la situación se torna aún más compleja, ya que dentro de él siente una inmensa perdida, que le pone ante momentos angustiosos.

    A fin de ejemplificar más el tema, me voy a permitir narrar un hecho ocurrido en agosto de 2006 en Montevideo. Un hombre de sesenta años está cumpliendo funciones como guardia de seguridad en un local muy conocido de esta ciudad. Irrumpen varias personas con el objeto de asaltar el local. Lo hacen. Este hombre trata infructuosamente de abortarlo. Los delincuentes repelen la acción a tiros, hiriéndolo en el riñón y en la columna. Como consecuencia de ello el hombre queda paralítico.

    En un reportaje realizado por un canal de TV a la señora, esta señaló que “no se que va a ser de mi esposo. Él ayudaba a nuestros hijos, y ahora verse en una silla de ruedas, disminuido…”

    Se trata sin duda de comenzar una nueva vida llena de complejidades psicológicas muy profundas. Verse en una silla de ruedas, con una fuerte disminución en su vida es evidentemente traumatizante, llevando al ser a una lucha que no muchas personas realizan ni llevan a cabo en esa edad, ni aún cuando se es más joven.

    El mismo cuadro lo podemos apreciar en personas que sufren accidentes cardiovasculares, hemiplejías, etc. como así también en accidentes de otras características. Todos, sin embargo tiene un común denominador que lo encontramos en la diversidad de efectos traumáticos que se generan a partir de dichos estados.

    El trauma suele ser más dañino y perjudicial que el accidente en si mismo, ya que crea una barrera tras la cual subsiste la persona. Dicha barrera puede en muchos casos ser infranqueable, haciendo casi imposible llegar a quien está detrás de la misma.

    La sociabilidad de la persona afectada se reduce, o incluso llega a la nulidad por lo cual se debe manejar la situación desde parámetros contextuales, en donde el individuo pueda volverse a sentir seguro de si mismo y de quien lo rodea, pues desde dicho estado la persona traumada siente miedo, ira, resquemor no solo hacia otros sino hacia consigo misma.

    A la vez, la sociedad lo aleja de su contexto porque literalmente ya no es un ser productivo. Se le da alguna pensión, y se le deja en un rincón sin la mínima esperanza en ciertos casos de una posible reinserción.

    La discapacidad está configurada por la misma comunidad, ya que depende de los medios de superación y/o promoción que ofrece a sus individuos. Por ese motivo no puede ser entendida históricamente. Es aquí donde se hace imperioso observar los valores con los que se maneja una sociedad.

    En nuestras costumbres casi nunca se incluye a las personas con discapacidad como integrantes naturales de la comunidad. Se les excluye de manera radical, proyectándose de hecho cuadros o procesos discriminatorios, que afectan frecuentemente la integridad del individuo, y si lo situamos a este en un plano mayor, apreciamos que se hace lo mismo a nivel colectivo.

    Se los considera "especiales", relacionándolos con roles específicos como el de niños eternos, seres dependientes, etc. Muchas personas les denomina “ángeles” con todo lo que ello puede implicar, cuando la realidad marca que son (somos) personas de carne y hueso, con los sentimientos que puede tener cualquier persona. Llama la atención si se los ve en escuelas o universidades comunes o si trabajan en funciones competitivas.

    De esta manera se coarta la vida independiente, el desarrollo personal, la participación en la vida comunitaria. La cultura oficial aparece excluyendo todo tipo de diferenciación humana.

 

    Y esto se manifiesta en políticas de desarrollo por separado para personas con discapacidad, salidas laborales improductivas, etc. que lo que hacen es velar la segregación. Y lo peor de toda la cuestión es que los mismos damnificados lo aceptan ya que tienen interiorizados los patrones culturales, impuestos en muchos casos por la misma familia. Así se va conformando un círculo vicioso, con claro y profundo perjuicio que se debiera revertir y recomponer el esquema, o más bien crearlo.

 

    Observemos seguidamente la idea de representación social para entender que los comportamientos no están determinados por las características objetivas de la situación, sino por su representación.

 

    Cuando se analiza una representación social, el objetivo no es tanto detectar y configurar cuál es su núcleo figurativo, por ejemplo, sino estudiar qué elementos concentran la significación del objeto representado y cómo se articula esa significación con la práctica cotidiana en el interior de los grupos sociales.

 

    Tampoco nos interesará demasiado la comparación entre las características reales del objeto representado y su representación social. Las representaciones sociales son construcciones sociales autónomas con respecto a los objetos de los que parten. Lo importante de destacar es que las representaciones sociales no son inamovibles. Fuera de su núcleo central se encuentran componentes periféricos que son más sensibles al contexto y a las experiencias individuales.

 

    Sin embargo el peso que tiene el núcleo central es muy grande, ya que es el que posibilita la representación instantánea sin analizar en cada momento la situación. Es el que indica qué es lo "normal" para ese tiempo y lugar.


    La infravaloración cultural de las personas con discapacidad no es un fenómeno aislado, ya que se les neutraliza desde el propio núcleo, haciéndoles sentir incapaces de llevar o crear una existencia lo más aproximada a la normalidad. Es en mi opinión la representación uno de los tantos vínculos mediante el cual se da la posibilidad de neutralizar lo neutralizante, que como vemos se produce o genera a través del mismo núcleo.

 

    En nuestras sociedades se discrimina a cualquiera que se aparte del patrón predominante. Ahí aparece la distinción entre normales/anormales. Los primeros serían aquellos que no se alejan negativamente de las expectativas que se han formado. Los segundos aparecen como estigmatizados y es como si no se los considerara totalmente humanos.

 

    En el caso de la discapacidad creo que están cerca de la muerte por una cuestión medica, castigo divino o como quiera llamarse, a consecuencia de lo que podríamos denominar estancamiento ideológico. Es decir, nos hemos quedado en cierta época histórica donde existían conceptos arcaicos generadores de panoramas erróneos y perjudiciales. Si bien es cierto que en menor medida, lamentablemente esos conceptos aún pululan dentro de los contextos sociales, y lo que es peor, en algunas familias.

 

    En la investigación que he realizado, me encontré con un caso en Australia más específicamente, en donde un matrimonio sumamente devoto tiene un hijo con severa deficiencia auditiva, y por lo tanto no escuchaba lo que en misa se decía. Los padres no comprendían esto, y creían que su hijo lo hacía como forma de rebeldía religiosa.

 

    Pese a estar en pleno siglo XXI aún se conservan identidades retrogradas que se encierran en un determinado circulo, no percibiendo por ende la realidad que les rodea en su real dimensión. Se crea por ende, un escenario de fantasía a este respecto, y se olvida que quienes nos reducen las posibilidades de vida  es la sociedad como tal en su conjunto, y el mismo núcleo familiar al no integrarnos como comunidad, debido a lo señalado líneas arriba.

 

    Generalmente se recurre a la ideología para explicar nuestra inferioridad o peligrosidad. Así se va justificando cómo nos tratan. Y no solo esto, sino que en muchos casos, los padres o tutores usan ese mecanismo con el fin de internarlos en centros especializados, aduciendo que lo hacen por su bien. Es una manera diplomática de liberarse de ellos. Si ello ocurre en el plano familiar, ¿Qué se puede esperar a escala social? Me permito expresarme en tercera persona, con el propósito de analizar desde ese puesto la situación que se va planteando.

 

    Es común escuchar discursos igualitarios cuando nos referimos a la discapacidad. Por lo general el conjunto de la sociedad dice respetar el pleno derecho de quien posee discapacidad o desventaja. La legislación, los tratados y documentos enfatizan la intención de cumplir con el indiscutible respeto por la diversidad. La marginación/discriminación son considerados valores negativos.

 

    Detrás de este manto de humanitarismo en lo cotidiano sale a luz la imagen social de la persona con discapacidad. Se habla quizás hasta el cansancio del derecho a la diversidad mientras que la representación de la discapacidad tiene que ver con la ayuda y el asistencialismo.

 

    Se produjeron logros a nivel legislativo planteando el respeto por la diversidad, aunque muchos siguen imaginando a ciudadanos con discapacidad sin derechos civiles, y aunque muchas veces esos logros no salen a luz como debería ser, lisa y llanamente por no considerarlo como noticia. En el momento electoral es por defecto el único en que todos somos iguales, como consecuencia de querer ascender al poder, y como en la mayoría de las países los discapacitados son porcentualmente cerca del diez por ciento de la población, la clase política hace que atiende las necesidades de estas personas, y tras el acto electoral vuelve todo a foja cero.

 

    No se trata como se dijo en alguna oportunidad por una autoridad nacional, de que nuestro país está empobrecido. Se gastan miles de dólares en cuestiones frívolas, dejando en un puesto remoto a los discapacitados. Lo que si realmente se carece es de esa importante cuota de voluntad.

 

    Aprovechando el abordaje de este tema, me permito comentar que personalmente sufrago desde 1980 y en todas las elecciones, plebiscitos y referéndum que tuvieron lugar mientras residí en Montevideo, tuve que ir a circuitos ubicados en fincas con grandes escaleras. Podría haber solicitado certificado médico para no concurrir. Pero nunca lo hice.

 

    Se podrá imaginar el lector lo complicado que resulta subir escaleras en silla de ruedas, pese a la buena voluntad de los diferentes funcionarios que ayudaban a mi madre. En más de una oportunidad me dirigí a la Corte Electoral, a fin de que se tomara cartas en el asunto, e hicieran en cada barrio dos o tres lugares sin escaleras donde poder ir a sufragar tanto las personas de edad con alguna pequeña deficiencia física, como los discapacitados propiamente dichos. Nada se hizo al respecto.

 

    Recién en Abril del 2005 se confecciona por parte de la Comisión Nacional Honoraria del Discapacitado, un proyecto creando el registro de personas discapacitadas, que se abriría en el periodo respectivo en la Corte Electoral, con el cometido de que estas personas puedan inscribirse, y así asignarles un circuito debidamente acondicionado, tal como corresponde. La inscripción deberá hacerse presentando certificado médico que acredite tal situación.

 

    Sin embargo, todo ello tendría que ser de manera automática, asignando locales acondicionados para tal efecto. Nuestra burocracia hace que estas personas se deban movilizar para obtener dicho certificado.

 

    Por otra parte, vuelvo a señalar la falta de información existente a nivel ciudadano, ya que personalmente me enteré a través de Internet, pero no todos poseemos dicha herramienta. Desconozco si se ha publicitado por algún medio de prensa. Pero si se que no se hizo de modo masivo, para llegar de hecho a todas las franjas socio – económicas.

 

    Por otra parte, debo decir que mientras preparaba este trabajo me enteré de lo siguiente, que traduzco de manera simple y sencilla. Montevideo es una ciudad extendida por excelencia. Diversas arterias conforman el panorama ciudadano, y por lo tanto existen cientos de cruces a lo largo de esta.

 

    En un programa de radio escuché no hace mucho tiempo, a una autoridad de la Intendencia que expresaba como si fuese una gran cosa, que en Montevideo hay dos cruces con semáforos adaptados para personas ciegas. Uno de estos se encuentra ubicado frente al Centro Guichón, y el segundo sinceramente no recuerdo donde. Es importante hacer saber que uno de ellos fue adquirido por la Comisión Nacional Honoraria del Discapacitado. Naturalmente que se podrían citar varias carencias que todos, de una forma o de otra conocemos.

 

    Toda esta situación actúa en contra de una integración plena. La equiparación de oportunidades queda vacía de contenido porque no tenemos interiorizados valores compatibles con ella. La discapacidad no puede entenderse si no es en relación a la cultura predominante.

 

    Una cultura enraizada en contenidos y contextos que se han desarrollado en cierta manera no del todo convincente, ya que al profundizar en ella, podemos apreciar que está conformada con ciertos componentes que se centran en áreas si se quiere retrógradas, con las cuales no se les permite avanzar en términos reales a estas personas, percibiéndose por consiguiente un cierto estancamiento.

 

    Dentro del contexto temático que estoy desarrollando, resulta interesante describir algunos términos. En distintas clasificaciones aparece el concepto de "normal" para poder determinar la situación tratada. Se define en definitiva por lo que una persona discapacitada no es, sin poder hallar la forma de expresar lo que es.

 

    Hablar de normalidad nos lleva necesariamente a considerar al que se aleja de esas características como "anormal". Y el paso para considerarlo inmoral o inhumano es bien próximo. Aquí es donde subyace de una forma inconducente, la cultura a que hacía referencia líneas arriba, o quizás se debería hablar de una in culturización de valores específicos. ¿Se sabe a la perfección cuando se le trata a un ser de anormal? Definitivamente que no, si es que se está aplicando el término a las personas con alguna discapacidad.

 

    Lo verdaderamente normal, lo estrictamente perfecto no existe ya que no se logró aún en ninguna área el cien por ciento de perfección. Nos venden sin embargo, una visión errónea y por cierto que falsa de arquetipos estereotipados, que hacen creer precisamente que todo lo que nos rodea sin fallas a la vista está bien. Muchas veces las fallas son escondidas a los efectos de dejarnos soñar con ese modelo irreal por cierto, de sociedad perfecta. Se trata por consiguiente del negocio de la perfección, y como consecuencia de ello no se aprecian otras cualidades en el ser humano.

 

    Cualidades que están sumergidas casi por completo, debido a que quien las posee física o psíquicamente resulta imperfecto a los ojos de las sociedades consumistas, debido a lo cual se enfrascan en ello y no perciben la realidad. Si ese cúmulo de cualidades fuesen debidamente trabajadas en el mejor de los sentidos, y a quienes las poseen se les diera el lugar que deben ocupar, estaríamos ciertamente ante sociedades dignas y justas, lo cual sin duda que resulta lamentablemente una utopía como hay tantas.

 

    El ser perfecto como tal debe ser identificado por sus aptitudes personales. No por construcciones falsas e hipócritas, idealizadas obviamente por la sociedad con el propósito muchas veces de desviar la atención de ciertos acontecimientos, haciendo olvidar la existencia de estas personas que por razones obvias, no pueden estar en el consumismo.

 

    Retomando el análisis referido a los términos utilizados, se debe expresar que también la idea de rehabilitación muchas veces se interpreta como "volver a adaptar", demostrando así la idea de que de algún lugar fueron excluidos por tener capacidades diferentes, lo cual como he expresado en un capitulo anterior, está comúnmente mal aplicado, y por consiguiente interpretado.

 

    La "normalización" también se puede malinterpretar a menudo como "igualación", desconociendo o subestimando las diferencias propias del ser humano, tratando que la discapacidad "quede disimulada", "nadie la observe" o que "por unos instantes sea olvidada".

 

    Creo que la subestimación representa desde la perspectiva sociológica, una profunda irreverencia al ser humano, sea discapacitado o no, por cuanto se trata del descreimiento que la sociedad, las personas hacen de sus semejantes. Niegan el hecho de que puedan hacer tal o cual cosa. Niegan de un modo dañino, ya que evidentemente ello genera secuelas psicológicas de gran importancia en el ser, al no considerarlo como tal. Se piensa que por tener deficiencias no es capaz de actuar normalmente. Pese a que ello se ha ido revirtiendo como tantas cosas, aún se nos subestima tal vez de manera más diplomática, pero subestimación al fin.

 

    Estos son entonces los términos desde los cuales se construye el esquema con el cual se maneja la sociedad de forma errada en todos los aspectos, subestimando desde varios puntos al semejante de una manera que roza la crueldad. La subestimación como tal representa un módulo de discriminación donde convergen situaciones extremas.

 

    Hemos visto cuadros discriminatorios afincados en la sociedad, en los cuales los protagonistas suelen ser diversos. Las mujeres representan un protagonismo importante y por supuesto lamentable.

 

    En las mujeres discapacitadas ello se acrecienta, (las causas de la discapacidad son diversas, componiendo un amplio abanico) aumentando considerablemente la estigmatización a que se encuentran sometidas, quedando sumergidas en su propio dolor de no poder ser como las demás, de no poder en algunos casos desempeñar los roles de esposa y madre.

 

    Es cierto que muchas mujeres se encuentran insertadas en la sociedad como debe ser. Pero estas representan una minoría, y debido al éxito de haberse colocado en tal sitial, por lo general sabemos de ellas, de su persistencia y voluntad por acceder a él, por la lucha llevada adelante y con la obtención de dicha meta. Sin embargo, un alto porcentaje no sobre pasa el más humilde umbral social, con lo cual se enfrentan a la marginación social, y por consiguiente a la más pura discriminación.

 

    Volvemos una vez más a encontrarnos con el “Primer” y “Tercer mundo” estereotipos generados por nosotros mismos, para reflejar la riqueza y la pobreza, la opulencia y la miseria. Se hace con el propósito de delinear una marcación a fin de que seamos desiguales.

 

    Sin embargo, el espíritu humano es uno solo, teniendo dentro suyo otros parámetros de comportamiento, que muchas veces difieren de este esquema, especialmente a nivel individual dándose una respuesta de solidaridad, o mejor dicho, de comprensión hacia el semejante.

 

    Se les comprende y atiende de forma acorde, pero ello lo ubicamos solamente desde la perspectiva individualista. Grupalmente suele resultar difícil ese acercamiento directo, a causa de una asimétrica dualidad de opiniones que convergen hacia manifestaciones contrarias a querer integrar personas con discapacidad. Es cierto que en algunas ocasiones se les acerca al grupo, pero dicho acercamiento es en cierto modo de lástima, produciendo un daño mayor al no dejarlos integrarse. Es así que perciben que son diferentes, y que por ello no se les trata de igual manera.

 

    En el caso concreto de las mujeres discapacitadas, Marianne Ziesler nos lleva a conocer el escenario en el cual subsiste el ser femenino discapacitado, que lucha en tres frentes de batalla perfectamente definidos: la discriminación por ser mujer, y a la vez discapacitada, y en tercer lugar la pobreza angustiante por la que atraviesa.

 

    La falta de leyes acordes, hacen de todo ello un espeso caldo de cultivo con el cual no precisamente se alimentan estos seres. Por el contrario, llegan a un extremo crítico, al borde de un precipicio que obviamente, ninguna de ellas querría ir, pero que las aguas de las sociedades injustas las han hecho conducir.

 

    Ziesler señala en su articulo que “es obvio que las mujeres con discapacidad afrontan una doble discriminación, porque son mujeres y tienen una discapacidad. La misma situación le sucede a las mujeres que tienen hijas o hijos con discapacidad.”

 

    Sigue diciendo acerca de esto que “la sociedad y la familia le colocan la tarea de su atención sobre sus espaldas, cuando una niña o un niño nace con alguna discapacidad.” Es como tener una culpa de algo que ella evidentemente no hizo, no quiso desde luego hacer. Sin embargo, al poseer cierto grado de vulnerabilidad, toda la atención va hacia ella marcándole profusamente dentro de su ser, haciéndole quebrar psicológicamente y hundiéndola en la desesperación y la angustia.

 

    Esa carga le hace restringir paulatinamente sus actividades, con el consiguiente perjuicio que ello conlleva, y se expresa en cada momento. Si la mujer se halla dentro de un contexto social empobrecido, la carga es evidentemente doble pues debe luchar en varios frentes a la vez, a fin de sacar a su hijo hacia delante y no dejarlo en ese ambiente y a la vez brindarle dentro de sus posibilidades, la asistencia necesaria y recurrente pues de lo contrario en muchos países corre el riesgo inaudito de que las autoridades se lo saquen.

 

    Aparece un elemento de significativa fricción, como lo es el divorcio, y en tal sentido Zielser proporciona una apreciación que es la siguiente: “El divorcio no es una consecuencia infrecuente; tampoco lo es la amenaza de divorcio en perjuicio de la mujer. El esposo desea estar casado "con una mujer que no les dé hijos con discapacidad".

 

    Este planteamiento se hace aún más duro en los casos donde la mujer es discapacitada, y él o los hijos no lo son. Sabemos de casos donde se generan situaciones conflictivas como consecuencia de que la sociedad piensa o cree que una mujer en tal situación no puede criar al hijo de forma natural. Más allá de las limitaciones que pueda tener desde el punto de vista físico, estamos sin duda ante una mujer con todas las cualidades que le hacen ser como tal, y quizás con mayor tesón para llevar a cabo las tareas especificas que tiene que cumplir.

 

    Es de hecho un proceso por demás complejo, dada la esquematización social en la que convivimos. La faceta psicológica de la mujer discapacitada es muy vulnerable a los ataques que suele recibir desde el conjunto social. Se puede decir que es maltratada y abandonada en su suerte.

 

    Generalmente no existen políticas de ayuda a fin de otorgarles planes y estructura necesaria para llevar su existencia del modo más normal posible. No existen conjuntos de ayuda a la mujer normal, más allá de los escasos logros que los movimientos feministas han conseguido, menos aún ello se da hacia la mujer discapacitada.

 

    “La pobreza lleva a la discapacidad y la discapacidad lleva a la pobreza” –afirma Mariane Ziesler- y continua diciendo que “las jóvenes y las mujeres que tienen discapacidad, están en más riesgo de deficiencias en la salud y de muerte, quizá porque sus problemas reciben menos atención, incluso en los problemas de salud que no se relacionan con su discapacidad.”

 

    Sabemos fehacientemente de que la situación opuesta también es un problema porque la sobreprotección, lleva al aislamiento y a que las personas con discapacidad, no aprendan destrezas sociales, lo cual genera procesos en algunos casos violentos desde el punto de vista sicosomático que conllevan a dicha situación. En los países pobres, la situación es más grave en ambos extremos.

 

    Para demostrar esto, cito el caso de una mujer joven que era llevada en brazos siempre, porque su familia temía que se fuera a caer, hasta que cumplió los 16 años pudo comenzar a caminar. La falta de conocimientos se combina con la sobreprotección de su familia y aumentó su discapacidad, haciéndole evidentemente que mucho daño, incluso más que su propia discapacidad.

 

    Soy un perfecto convencido, y en este tiempo que estuve trabajando en el tema aún más, de que la sobre protección resulta inconducente para el optimo desenvolvimiento, y lo que es peor, con ello se llega a producir un estado de nulidad casi completo. Se debe dejar que el ser se aventure por los diferentes caminos. Posiblemente no exista mejor tratamiento que la aventura, donde todo se puede dar. Desde lo bueno hasta lo malo, desde lo tierno hasta lo cruel, desprendiendo diversas enseñanzas aplicables como métodos terapéuticos.

 

    Conocimiento implica de forma explicita, contar con información y a la vez tener o crear medios para que esta se canalice, y así llegar obviamente a su destino. Se trata por lo tanto, de ampliar el espectro para que la misma pueda ser interpretada por el receptor. Se puede brindar importantes cantidades de esta, pero si no se construyen primeramente los mecanismos para que todo lo que se informe sea interpretado correctamente, el trabajo informativo desplegado sería infructuoso, y poco productivo.

 

    En los países pobres o del denominado “Tercer Mundo” resulta más complicado llegar a este segmento de la población, y ofrecerles la información precisa en la materia. En la creación y puesta en práctica de esos canales, juegan roles importantes tanto el aspecto social como económico, ya que en sociedades deficitarias económicamente no se posee de hecho la estructura requerida para tal fin, con lo cual se observa el problema doblemente. Al franquearse la puerta en el orden económico al segmento poblacional referido, se le está marginando y por ende discriminando, configurando así una grave y profunda violación a los derechos humanos.

 

    Quizás poco pueda importar a los gobiernos el hecho de saber y aplicar los más elementales derechos a estas personas, ya que en definitiva no producen, y algo que no produce no sirve para algunos seres encimados en el poder, y en áreas situadas dentro de los diferentes gobiernos.

 

    Ya he dicho que la sociedad adolece de cierta clase de dolencia, que es la de literalmente, tirar lo que no sirve, o peor aún, ponerlos en un rincón. Si tuviera que definir lo que es la sociedad, diría que es como una gran casa, en la cual todos habitamos. Generalmente lo que no nos sirve lo dejamos en un rincón. Eso es lo que sucede con mucha frecuencia tanto con los discapacitados, como con los mayores de la tercera edad.

 

    Ello configura un severo estigma que se ahonda dentro de estas personas. Si una persona se encuentra estigmatizada, depende de una construcción social. La Lic. Andrea González nos posiciona en el tema expresando lo siguiente:

 

    “El medio social en que habitamos establece las categorías de personas que son aceptadas. De allí surgen expectativas, y la identidad real de una persona se va reemplazando por una identidad virtual que se establece según el cumplimiento de esas expectativas. Si no se llegan a cumplir esas demandas surge el individuo estigmatizado.”

 

    Cuando un individuo es rechazado por el núcleo social, debido a diversas causas, en este caso a su discapacidad, se está produciendo un proceso estigmatizador que posiblemente lo acompañe a lo largo de su existencia. Dentro de las facetas sociológicas, la estigmatización resulta un componente combativo. Es decir, el ser tiene que luchar contra ello para no sucumbir en otros cuadros.

 

   Es importante remarcar que la noción de estigma se refiere a relaciones entre las personas más que a los atributos reales que tenga un individuo. Una característica es aceptada o no por la sociedad según el marco socio-cultural en el que se desarrolle, y la forma en que se pueda ejecutar. Un individuo estigmatizado, constituye un factor de análisis a nivel psícosocial.

 

    Desde la perspectiva de la aceptación y el rechazo es que surge el estigma, y por aplicación de alguno de estos conceptos es donde se suele vislumbrar el espacio desde donde se produce el proceso estigmatizante.

 

    “El estigmatizado puede tomar diferentes posturas para superar esa dificultad, -continua diciendo la Lic. González- que van desde el retraimiento hasta la agresividad. De este modo se van entretejiendo diferentes modos de interacción, aunque siempre persiste en el estigmatizado la incertidumbre de qué piensa realmente el resto de la sociedad.”

 

    Por su parte el sociólogo canadiense Erving Goffman entre fines de la década de 1950 y principios de la de 1960, nos traza los siguientes lineamientos en torno al mismo tema, con lo cual se podría abrir un espacio de fructífera discusión.

 

    Según Goffman, es el medio social el que establece las categorías de personas que en él se encuentran. De esta manera, la sola presencia de un extraño ante los ojos de otro individuo, moviliza las primeras apariencias que permiten “prever en qué categoría se halla y cuáles son sus atributos”. Estos atributos, que pueden demostrarse como pertenecientes a este individuo observado, son su “identidad social real”.

 

    El estigma es un atributo que vuelve a una persona diferente a las demás, que la convierte en alguien “menos apetecible” y hasta inferior con respecto a la figura de una “persona total y corriente”.

 

    En realidad, aclara Goffman, el concepto de estigma no debe entenderse de un modo esencial sino relacional. Entonces, en el caso de la discapacidad, podría decirse que ésta no es necesariamente un atributo desacreditador. El atributo que en apariencia identifica a una persona como discapacitada lo que hace en realidad es confirmar la normalidad de otras personas.

 

    Pero, ¿son normales en realidad? Si nos circunscribimos a que la normalidad pasa por ese esquema construido por la misma sociedad, debemos decir que si ya que está basada en argumentos edificados por el propio hombre, para su beneplácito pues no debemos olvidar el ego que este posee.

 

    Sin embargo, el concepto o término de normal, es obviamente muy distinto por cuanto en forma real todos somos iguales. Se da por cierto la dicotomía de lo normal/anormal. La diferencia entre unos y otros la marcamos nosotros mismos, como consecuencia de reglas implementadas desde los cimientos sociales.

 

    Evidentemente que una persona estigmatizada, puede convertirse en un ser iracundo, frenético a causa de la marginación que dicho atributo conlleva consigo. Queda bien en claro que estigmatización es igual a marginación y discriminación. Cuando se dice atributo, no lo estamos relacionando específicamente a lo físico, sino que va hacia el relacionamiento que la sociedad hace con él, y en algunos casos él con la sociedad, aunque lógicamente, ello se da en menor medida. Más concretamente lo que Goffman como “normales”.

 

    El “nosotros” inclusivo del escrito de Goffman para referirse a la “benevolente acción social” intenta traducir las expectativas sociales que se ponen en peligro ante la “indeseable diferencia” del estigma. El discapacitado está incluido en uno de los tres tipos de estigma que reconoce Goffman: el que corresponde a las “abominaciones del cuerpo.” Este atributo, en términos de estigma, “puede imponerse a la fuerza a nuestra atención y nos lleva a alejarnos de él (de la persona) cuando lo encontramos, anulando el llamado que nos hacen sus restantes atributos.”

   

    Es decir, que se está pensando el estigma a partir de las situaciones sociales empíricas que encuentran a individuos normales y estigmatizados en los espacios de copresencia física.

 

    En la literatura universal encontramos varias obras desde las cuales se lanza la referencia hacia los seres estigmatizados, siendo una de ellas El Jorobado de Notredame, de Víctor Hugo, en la cual Cuasimodo es llevado a ese plano, convirtiéndose en una obra literaria desde donde se denuncia la situación conflictiva de ese ser, que a causa de una malformación es condenado al sufrimiento y la humillación.

 

    Como estamos apreciando, muy poco hemos avanzado en el contexto de eliminación de los estados estigmatarios, con lo cual ponemos en duda el avance logrado. Si, por supuesto que se ha avanzado. Pero, ¿hasta que punto se ha hecho? Más allá de lo que estamos deduciendo desde esta investigación, o mejor dicho vislumbrando, podemos apreciar la existencia de un importante cúmulo de dudas frente a lo que se hizo hasta el momento, y que con las buenas intenciones de las organizaciones y centros se podrán hacer.

 

    El entendimiento es primordial para llevar adelante toda esa lucha. Esa conquista valiosa que se desea hacer de una vez por todas, y que cuesta tanto debido a la falta de esa maquina indispensable como son los diferentes canales por los cuales pase toda la información adquirida.

 

    Se deben nutrir dichas vertientes, con los conocimientos adquiridos por los propios protagonistas sustanciales, y desde ellos trasmitirlos al resto social. Pero claro, falta algo fundamental como lo es prestarles atención. Obviamente que las carencias son varias. Pero prestémosle atención a esta pues resulta una de las puntas del Iceberg.

 

    A modo de ejemplo diré que antiguamente, en algunas sociedades había Consejos de Gobierno formados por personas mayores, quienes por supuesto, tenían experiencia adquirida por los años. La experiencia en todas las áreas no nace espontáneamente. Se va adquiriendo con el paso del tiempo, pero sobre todo por recolectar episodios dentro de la existencia, los cuales van enriqueciendo el espíritu de sabiduría y conocimiento.

 

    Desde esos organismos impartían las cualidades y enseñanzas hacia los jóvenes, quienes veían en los ancianos, no solo una importante fuente, sino incluso a si mismos en el devenir de los años. Esa sapienza era aplicada a favor de mejores modelos sociales, en diferentes aspectos siendo uno de ellos el respeto al medio humano.

 

    Traslademos este ejemplo al plano de las personas con discapacidad, y dejemos que ellas construyan los puentes de unión y entendimiento a escala social, construyendo a la vez, los diferentes canales de información que permitan un mejor avance comunicativo, y por consiguiente el desarrollo informativo pertinente, pues quien mejor que un ciego para enseñarnos como se le debe tratar, las necesidades de un paralítico, etc. vayamos a las fuentes respectivas, y que ellas por sus propios medios se expresen.

 

    No coartarles ese derecho, porque al hacerlo se está coartando la posibilidad de conocerles, y por consiguiente de entender y comprender como somos, las expectativas que tenemos frente a la diversidad de factores que se nos presentan, las cuales suelen ser no diría infinitas, pero si abundantes.

 

    La comprensión y el entendimiento se convierten, (o de hecho ya son) en plataformas de lanzamiento hacia la integración. Estas plataformas deben estar polarizadas, en el sentido de otorgar mayor ampliación de despegue hacia la aventura de la vida. Somos aventureros, de eso no cabe duda. Cuando un tetraplejico se traslada con su silla de ruedas sin ayuda, está corriendo una gran aventura. Cuando un ciego apoya por primera vez su bastón blanco en la vereda es una aventura. Y así sucesivamente con cada uno de nosotros dentro de nuestras respectivas tipologías.

 

    No me gusta ser reiterativo en apreciaciones o conceptos ya vertidos. Sin duda que lo estoy siendo, y a modo justificativo me permitiré decir lo siguiente. El abordaje del tema si bien pocos lo han tratado, al menos en nuestro país, plasmándolo en un libro, desde Internet nos abruman con cientos de sitios Web, desde los cuales se machaca hasta el cansancio puntos específicos. La supuesta amplia literatura que existe sobre la discapacidad, queda reducida y no solo eso, sino que se reiteran diferentes conceptos.

    Sin embargo, se hace necesario reiterar ciertas argumentaciones a fin de que se aprecie y comprenda tal cual es la problemática de la discapacidad. Hemos visto la existencia casi masiva de núcleos de incomprensión frente al tema. No dudo de la complejidad del mismo, y por lo tanto se lo trata de modo fragmentario. Es decir, de forma temática y encasillada en respectivos aspectos.

    Vayamos por partes, y así desglosar bien el tema. Cuando decimos que la discapacidad es una problemática, o más bien decimos la problemática de la discapacidad, se ingresa a un modelo de valoración erróneo y desfigurativo de lo real, más allá del hecho de que para algunas personas pueda constituir un problema. Este nos lo creamos o hacemos nosotros mismos, de acuerdo al modo de pensar que tengamos, y de ahí su aplicación.

    Por lo tanto, desde un punto de vista lo más real posible, debemos centrarnos en que los problemas de cualquier orden, son puramente creación personalizada, dando mayor o menor trascendencia a los mismos según nuestra propia constitución, nuestro propio modo de ser. Un problema no es ni más grande ni menos. El tamaño lo procesamos nosotros desde nuestra perspectiva.

    Muchas veces esta suele ser engañosa, y nos plasma frente nuestro algo que no es, o por lo menos se puede minimizar si tenemos la agudeza personal para ello. Esto lo trasladamos a la discapacidad, y nos preguntamos ¿Por qué es un problema? Por la sencilla razón de que para los “normales” todo lo que no es resulta problema. Se nos rótula de esta forma, a fin de ponernos en un sitial evidentemente complejo, y se nos identifica con márgenes problemáticos ficticios, que hasta los propios creadores se los creen.

    Lo que seguidamente describiré no representa la generalidad, pero si un amplio porcentaje de padres o tutores, especialmente mayores con mentalidad desde luego anclada en el pasado, y en una forma de vivir obsoleta y por ende fuera de tiempo.

    Así se da esta situación que es solo a modo de ejemplo. Una familia compuesta de tres integrantes, padres e hijo/a con discapacidad. Son invitados los padres a una fiesta o acto de esas características, y uno de ellos aduce que no pueden concurrir para no dejar al hijo solo. Generalmente no se le consulta a este su opinión, y se configuran dos factores preocupantes.

    Por un lado, el aislamiento del núcleo familiar a nivel social, con los consiguientes perjuicios que ello implica al propio ser, y por otro la escasez o nulidad de dar opinión. Retrospectivamente vemos como ello fue un componente esquemático, que si bien actualmente evolucionó, aún se aprecia como dije en algunas familias.

    Aquí es donde aparece el segundo punto en el cual pondré énfasis; la incomprensión. Estamos acostumbrados a aplicar este rótulo dentro de la franja etaria joven, pues ellos comúnmente lo utilizan como herramienta defensiva y de auto compadecerse. Cuantas veces hemos escuchado a los jóvenes decir “Soy un incomprendido” al no obtener lo que deseaban.

    Evidentemente que la no comprensión tiene otros parámetros socio – culturales de significativa importancia en el momento de interactuar entre seres. Debe quedar en claro al menos en este caso, que el no comprender a alguien con discapacidad, no significa no entenderlo desde el punto de vista lingüístico, lo cual está ligado a la misma deficiencia.

    La incomprensión como tal, proviene de la falta de comunicación a través de la cual se generan los vínculos necesarios, a fin de conocer al ser en su verdadera dimensión, y no por el modelo que se visualiza a nivel físico. Comprender a estos seres implica escucharlos en sus necesidades tanto físicas como psíquicas, y por consiguiente aplicar las medidas correspondientes, para hacerles una existencia más digna y justa. Tenemos por lo tanto bien en claro que la incomprensión puede convertirse en otra vía que conduce al aislamiento paulatino.

    Desde cuadros específicamente complejos, es que puede producirse el auto aislamiento, tal como hemos observado en ciertas personas con deficiencia auditiva, y aunque el lenguaje de señas los ha insertado en la sociedad, aún persiste cierto nivel aislante, especialmente entre las personas mayores. Si nos introducimos desde el área sociológica en la incomprensión y en el aislamiento, observaremos que ambos procesos están de hecho interrelacionados, y por consiguiente interactúan entre si, imponiendo en el ser factores coadyuvantes que generan dispositivos conducentes a los procesos depresivos.

    Los modelos de comprensión difieren entre si, ya que tenemos el especifico para personas “normales” y una serie para las distintas tipologías, que están basados en los propios esquemas personales. Así, cada modelo debe adaptarse tanto a la forma social, como de manera principal a la que cada ser predisponga. Sin embargo, la base puede estar construida desde ángulos familiares que denoten la debida complacencia, y así derribar la barrera de la incomprensión.

    Como se puede notar, el discapacitado se encuentra inmerso en un mundo de barreras, que por lo general le hacen simultáneamente bien y mal. ¿Cómo se entiende esto? Veamos:

    Comenzando por el final, es decir, por el mal se traduce en el sentido de que a causa de ellas se encuentra bajo el estado que lo relega a un segundo o tercer plano, dentro del contexto social, prestándole mínima atención de parte de este, por lo cual cada día y a su manera, lucha por la superación lo que vendría a ser el bien. Es el equilibrio que debe mantener, o más bien crear.

    En toda situación existen factores de equilibrio. Cuando no hay se crean automáticamente, y luego se mantienen mediante un engranaje de elementos sicosomáticos, que conviven entre si en una asociación disciplinaria desde la cual el ser posee el debido equilibrio.

    Los niveles de inclusión son otro factor de peso en el orden existencial. Más allá de haber analizado el tema, volvemos a él para apreciar el abordaje que efectuó Gilda Aguilar Montoya a través de un pormenorizado informe, Del exterminio a la inclusión, que paso a transcribir a continuación, constituyendo un excelente enfoque temático.

    En este texto en primer término, se hace un recorrido a lo largo de la historia de la humanidad para enmarcar dentro de la misma, los diferentes enfoques y percepciones hacia la discapacidad que han existido y cómo también estos han influido directamente en diferentes abordajes educativos e incluso en algunos movimientos pedagógicos.

    “La historia de la humanidad ha sido testigo de como las personas con discapacidad han sido excluidas, -comienza diciendo Aguilar Montoya- rechazadas y marginadas por los miembros de su propio grupo social. Esta valoración de la capacidad individual de las personas ha generado distintas expectativas y una conciencia social al respecto, de ahí la necesidad de evidenciar cómo estos acontecimientos y concepciones científicas han influenciado la educación en general y particularmente la educación de las personas con discapacidad.

Una de las referencias más antiguas con respecto a la discapacidad, -prosigue el referido articulo- se ubica en la sociedad espartana durante los siglos X – IX a.C., durante la cual, las leyes permitían que los recién nacidos con signos de debilidad o algún tipo de malformación se lanzaran desde el monte Taigeto.

Más tarde, durante la Edad Media la iglesia condena el Infanticidio, alentando a su vez la idea de atribuir a causas sobrenaturales las “anormalidades” que presentan las personas: por tanto se les considera poseídas por el demonio y otros espíritus infernales; sometiéndolas incluso a prácticas exorcistas y en algún caso a la hoguera.

Entretanto, en este largo periodo la influencia de la iglesia fue muy importante, ya que a partir de esta institución se genera una actitud bastante negativa hacia las personas con discapacidad, debido a que se les deja de ver como inocentes del Señor para ser visualizados como productos del pecado y del demonio. (Arnaiz, 2003)

    Es particularmente “con la aparición del cristianismo, las practicas de exterminio como pruebas del rechazo social hacia la persona “deforme” o “lisiada” evoluciona hacia ciertos estilos de redención, de tal manera que a las personas con discapacidad se les permite “vivir”, pero son asumidas como objetos de caridad, pues son dolientes y pobres portadores de los males de la sociedad. De forma invariable, el destino para aquellas que lograban sobrevivir y llegar a la etapa adulta era la feria, el círculo de bufones, la mendicidad o el asilo de la Iglesia. (Bautista, 1993; Astorga, 2003).

    “Posterior al Renacimiento, los asilos pasan a manos del Estado, surgen los hospitales reales y se crean las condiciones para que con la llegada de la Ilustración, se le asigne un nuevo puesto a los pobres y a los “inútiles” convirtiéndolos en sujetos de asistencia. Sánchez y Torres (2002) señalan que es en el siglo XV, cuando se funda la primera institución dedicada a la asistencia de enfermos mentales, el Hospital d' Innocents Fol y Orats, creado por el Fray Gilabert Cofre, el cual recogía a modo de asilo a huérfanos e inocentes. Sin embargo, el asilo como una forma de redención solo evitaba la muerte, porque por ejemplo, en el caso de las personas con discapacidad mental durante los siglos XVII y XVIII, eran ingresadas en orfanatos, manicomios, prisiones y cualquier otro tipo de institución estatal.”

    Haciendo un salto en el tiempo y en el espacio, nos encontramos con la discapacidad como problema individual, y a partir de ahí se crea el modelo rehabilitador. Este modelo, propio del siglo XX, se insinúa entre las dos guerras mundiales, como ya señalé, pero se consolida después de la Segunda Guerra Mundial. Se caracteriza por admitir que el problema (la discapacidad) se localiza en el individuo, ya que es en su deficiencia (física, mental o sensorial) y en su “falta de destreza” donde se ubica básicamente el origen de sus dificultades.

    Lógicamente que desde esta perspectiva se hace necesaria la “intervención” de un grupo o equipo de especialistas en: Medicina, Terapia Física, Terapia Ocupacional, Psicología, Trabajo Social, Educación Especial, entre otros terapeutas, quienes diseñarán un proceso rehabilitador para dar respuesta al problema, el cual será valorado de acuerdo con el grado de destrezas funcionales alcanzadas o recuperadas, y más específicamente utilizando el criterio de si la persona con discapacidad logra ser ubicada en un empleo remunerado.

    Cuando se diseña un modelo, se debe tener presente los límites que van condicionados con él. No hay nada ilimitado, por más que se piense que si, y ello resulta en cierta manera bueno, pues desde la perspectiva sociológica apreciamos que lo ilimitado conduce en algunas ocasiones, a situaciones que posibilitan ámbitos caóticos, lo cual muchas veces se da en el ser discapacitado.

    Los modelos como bien sabemos, son esquemas valorizados desde la sociedad, e incluso desde pequeños módulos creados por segmentos poblacionales, a través de los cuales se proyectan diferentes conformaciones sectoriales. Pero a lo que me refiero en forma especifica, es a la construcción de modelos de rehabilitación que se diseñan de acuerdo a cada necesidad desprendida del tipo de discapacidad a la cual se aplica, y por consiguiente debe tener los lineamientos acordes a esta.

    Dentro del esquema dado por el modelo rehabilitador, debo expresar que existen limites, no obstante lo cual éste debe asumirse como la superación lógica del modelo tradicional y un importante avance en el enfoque hacia la discapacidad y las propuestas de atención dirigidas a las personas con discapacidad a partir del mismo, así como mejorías relativas en la calidad de vida de muchas personas.

    En el modelo rehabilitador surge un componente de fundamental importancia, que hay que analizarlo detenidamente, ya que constituye una de las bases del ser, de la persona en si misma. Me estoy refiriendo al área de la educación especial, la cual en los inicios del siglo XX genera un nuevo periodo en donde se encuentra estrechamente vinculada a la Psicología y a la Pedagogía, específicamente porque en las cuatro primeras décadas sucede lo siguiente de manera puntual:

• Divulgación de los trabajos psicométricos de Binet-Simon.

• Se abren los primeros centros de reeducación para delincuentes juveniles.

• Aumentan las escuelas especializadas en enseñanza individualizada.

• Se fundan los primeros centros de orientación infantil dirigidos por educadores, médicos y psicólogos que trabajan en equipo.

    El aporte de los estudios psicológicos acerca de la modificabilidad y educabilidad de los “deficientes”, se consolida en los centros de educación especial como respuesta educativa propia, permeando lo organizativo, didáctico y legal. Además, la búsqueda de la Educación Especial de una fundamentación científica en la Psicología (educativa y experimental), es usada básicamente para la clasificación y comprensión de las deficiencias, así como de los modelos de aprendizaje para orientar su trabajo, según se puede apreciar desde los trabajos realizados por Arnaiz 1988, Sánchez 2001.

    Aguilar Montoya explica que “innegablemente, la provisión y la forma de concebir los servicios de Educación Especial parecieran aún estar dominadas por el modelo rehabilitador, médico-psicológico o médico rehabilitador como también ha sido llamado. Con el agravante que como argumenta Sánchez Palomino (2001), la visión de la educación especial desde una perspectiva biomédica ha tenido las siguientes consecuencias:

• La persona no tiene un déficit, sino que es un deficiente. Se parte de una concepción fragmentada del ser humano (morfológica, anatómica o psicológica), asumiendo e identificando a la persona con la patología, aparecen de esta forma las categorizaciones homogéneas del individuo a partir de la etiología.

• La intervención se centra en el déficit. La atención se centra en las partes, zonas o aspectos dañados, respondiendo a una actuación parcializada, lo que supone la puesta en práctica de técnicas rehabilitadoras y terapias reparadoras centradas en la deficiencia.

• Abandona el desarrollo social de la persona. Al centrarse en la deficiencia, se obvia el componente social de la persona. Hay un abandono del desarrollo social y se pondera el tratamiento y la terapia, adoptando respuestas especializadas que suelen llevar al aislamiento y a la desintegración social.

    Es importante indicar que a lo expuesto es posible unir el hecho de que cuando la acción educativa se fundamenta exclusivamente en un modelo psicológico, también se puede caer en un amplio abanico de errores que sintetizaré de la siguiente manera:

    Se focaliza en las diferencias individuales, llevándolas a tales extremos la individualidad del ser humano que lo interpersonal queda diluido ante el peso de la diferencia; lo normal y anormal toman relevancia como lo hemos podido observar desde la perspectiva analítica realizada por Goffman.

    La diferencia, lo singular y lo particular son la base para la toma de decisiones. A partir de una concepción diagnóstica centrada en las diferencias se enfatizan excesivamente las peculiaridades individuales del ser humano en lugar de enfatizar su diversidad dentro de lo común. No se trata de compensar o eliminar la deficiencia, sino de adaptar la “intervención” a las peculiaridades de la misma.

    En este aspecto, juegan un rol de gran importancia tanto desde la esfera individual como social, la aparición de centros especializados en psicoterapia, educación especial, psicomotricidad, y otras instituciones que de hecho tienden como se dijo oportunamente, un puente que une y aglutina la diversificación de esta temática.

   No se considera la dimensión social de la persona como tal, en una infravaloración profunda. Su excesiva incidencia en lo individual lleva a descontextualizar al sujeto del medio que le rodea, exponiéndolo a fases de posible aislamiento, ya que se le aparta en la mayoría de las veces de forma violenta del núcleo contextual, sin ninguna subjetivación posible o valedera.

    En la infravaloración que se le aplica, el ser suele sumergirse también en miedos y pánicos de los cuales, al igual que en los cuadros depresivos, se les debe ayudar a salir, aunque claro está, existe una diferencia importante por cuanto la infravaloración es como sabemos, producida por el medio social y poco se le puede pedir a este. Tengamos presente que infravaloración y subestimación suelen constituirse de hecho en lo mismo. Mientras tanto la depresión puede ser desactivada mediante articulaciones y mecanismos de auto ayuda, ofrecidos obviamente por terapeutas específicos.

    Ya hemos visto que esto se da de igual modo a escala cultural, poniendo ahí también una barrera invisible. Porcentualmente son muy pocas las personas con discapacidad que tienen una buena salud cultural, ya que no se les nutre de los elementos y herramientas necesarias.

    La visión que se tiene desde esa perspectiva resulta muy pobre, demasiado pobre como para incorporarlos a dicha área. Obviamente que vuelvo a la discriminación planteada desde el siguiente ejemplo. No me consta que en nuestro país hayan existido experiencias de esta categoría, pero en otros países si. En cines y teatros se suscitaron hechos en los cuales se les hacía ir a estas personas a la última fila, con el propósito de que no molesten, creando un claro efecto discriminatorio que llegó en ciertos casos a la órbita jurídica, con demandas auspiciadas por los padres o tutores, aunque esta medida se da con poca frecuencia, debido primeramente a los elevados costos que cualquier acto de esta naturaleza implica, y en segundo lugar por la falta o carencia perceptiva que se tiene desde esferas judiciales, acerca de la referida temática.

    En mi caso personal debo decir que nunca me sucedió. Por el contrario, invitaban a mi madre a que me colocase en primera fila, con el cometido de que pudiese ver bien el espectáculo. En este aspecto hemos avanzado, o quizás nunca retrocedimos por una cuestión de solidaridad, pues a la sociedad uruguaya se le pueden achacar muchos defectos menos el de no ser solidaria. A menudo vemos las solicitudes y pedidos de ayuda frente a determinados temas, y a la brevedad se les dan soluciones concretas.

    Hay que tener en claro dos cosas. No por el hecho de ser solidario se es discriminatorio, y a la vez, lógicamente que no se puede ni se debe generalizar, ya que como dije, desde lo individual es una cosa y desde lo grupal, en este caso conjunto social es otra.